En tiempos pasados, La Iruela tuvo fama por sus campanas, por la cantidad y por la calidad de ellas. Por su cantidad, ya que, hasta la invasión francesa, eran cinco los templos abiertos al culto en el municipio, todos ellos con sus respectivos campanarios, provistos de hermosos bronces: La Parroquia Mayor de Santo Domingo de Silos, al pie del Castillo, tenia cuatro campanas; la Iglesia de la Concepción de el Cerrico, otras cuatro; el hospital de San Antón, dos, el oratorio de Ntra. Señora, una, …. más aquella que coronaban las torres de las ermitas de las pedanías del Municipio.

Las campanas construidas con bronces de primera calidad, lo que se ponía de manifiesto cada vez que lanzaban su diáfana voz a los espacios, haciendo llegar su mensaje hasta los confines la campiña.

El desempeño de las campanas discurría paralelo con la vida y los aconteceres del pueblo, y hasta con los hechos de carácter local,  nacional e internacional. Ellas, cuya función primordial era convocar a los actos litúrgicos, tres veces a día ; al alba, al medio día (el Ángelus) y al atardecer dando el toque de Ánimas, en memoria de los difuntos. Pero no sólo eso, en las grandes festividades vibraban jubilosas, en alegre pugilato, desde todos los campanarios y,  en los días de dolor, lloraban los muertos con lúgubres tañidos. Anunciaban, asimismo, el nacimiento de los príncipes y la elección y muerte del papa y de los reyes, y alertaban del peligro o arrebato, cuando se producía alguna catástrofe o había fuego.